Un hermano, a quien conocí bien y le tenía mucho respeto, “de repente” cayó en un pecado grave. Esto trajo a la mente unos versículos en 1 Corintios 10. “Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (v. 6), y “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (v. 11). Necesitamos recordar que no importa cuán indecoroso el acontecimiento, Dios puede usarlo y puede servir de una advertencia para otros.
Todos nosotros enfrentamos desafíos de vez en cuando, y a veces perdemos el calor en nuestra vida cristiana. “El afán de este siglo” (Mateo 13:22) puede ahogar la buena semilla y hacer que nuestra vida espiritual sea infructuosa. Las modas de este mundo pueden atraernos y comenzamos a pensar igual que el mundo y perdemos nuestra relación con Dios. De otro modo, podemos intentar vivir tan cerca a Dios que el maligno no nos puede tocar, sólo a encontrar que estamos viviendo por nuestra propia justicia y faltamos el entrego de sí mismo. En cualquier de estos casos, llegamos al punto donde escogemos servir a Dios o seguimos en servir a sí mismo.
Sin embargo, muchos de nosotros tenemos un deseo de servir a Dios, pero guardamos una pequeña reserva. Así comienza una vida de esclavitud mientras intentamos “servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Nadie puede vivir así por mucho tiempo. Podemos llegar a la decisión que no vale la pena vivir la vida cristiana y de allí en adelante entregarnos de lleno a nuestros deseos. Esto puede darnos una cierta sensación de libertad, porque no estamos entre dos, pero perderemos la gracia de Dios en nuestra vida. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Puede ser también que lleguemos a un fin con nosotros mismos y nos entreguemos devuelta a Dios con todo para obtener de nuevo la paz y libertad que no se compare.
Si no podemos hacer una decisión, hay posibilidad de desanimarnos y caer en una depresión sin darnos cuenta, si no estamos vigilando. De otra manera la vida puede proceder y pensamos que no hay mucho problema, cuando en realidad poco a poco estamos alejándonos de Dios. En ambos casos, casi no notamos cuanto nos hemos alejado de Dios hasta que el maligno “repentinamente” nos vence en un momento de debilidad y nos hallamos sin poder resistir la tentación de cometer un pecado grave.
Necesitamos vigilar mucho. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Nunca podemos decir que no iremos tan lejos. Si no fuera por el poder protector de Dios, el diablo podría en esta misma hora obligarnos hacer algo que jamás pensábamos hacer. No nos damos cuenta del poder de Satanás hasta que sea demasiado tarde. Si estamos consientes de una debilidad en nuestra vida, necesitamos tener mucho cuidado y estar abiertos con nuestros hermanos.
Sin embargo, Dios está allí para guardarnos. Podemos tener fe en Él y nos ayudará a vencer. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Una noche me sentía desalentado, pensando en todas mis luchas y defectos. Rogaba a Dios por su misericordia. Por un momento, parecía que la presencia del maligno estaba allí, diciéndome que yo era una persona incapaz. Sugirió que pecaría gravemente esa noche, aunque ni siquiera había contemplado un pensamiento así. En realidad yo no tenía fuerza, pero Dios sí tenía. De repente, sentí la presencia de Dios y el perdón de mis pecados con más claridad que en mi conversión.
Entendí otra vez que solamente por el perdón de Dios y la gracia podía ser libre delante de Él. Esto es algo que todos los que han nacido de nuevo pueden comprender. Lea 1 Corintios 10:1-13 Traducido de: Messenger of Truth, 2011, Number 18