La convicción es el guía personal dado por Dios que discierne entre el bien y el mal. Dios ha ordenado varios guías para dirigirnos de la tierra al cielo. Su Palabra y su Espíritu son los más notables. Otras influencias, tal como la iglesia y los hogares piadosos, también proporcionan dirección valiosa. Sin embargo, si estas influencias no llegan a ser establecidas en el corazón, no tendrán el efecto que nuestro creador quería.
En el hogar, igual como en la iglesia, el ejemplo, la conversación y la enseñanza que un niño observa y recibe en su ambiente desde una edad temprana influyen en establecer en gran medida su sentido de valor. La iglesia provee una enseñanza religiosa muy necesaria. En el hogar aprende lo que es loable y lo que es vergonzoso. Aprende a ser egoísta y rebelde o aprende el valor de un orden, el respeto hacia otros y la escrupulosidad. La convicción, juntamente con la consciencia, es formada primeramente en el ambiente de la iglesia y el hogar.
Mientras que las influencias exteriores son fuerzas poderosas en formar los principios de vida de una persona, no explican lo que queremos decir con la palabra convicción. La convicción tiene un fundamento en algo más allá del ambiente o la instrucción y sobrepasa las habilidades intelectuales.
2 Corintios 5:17 explica la base de la cual brota la convicción piadosa: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Lo nuevo, expresado en este versículo, no es una cobertura exterior del hombre, sino un cambio interior que empieza en el corazón e ilumina y da color a toda dimensión de su vida. Cambia su punto de vista. El juicio del bien y el mal se manifiesta en su espíritu. Aun la persona de poca enseñanza o criada en un ambiente corrupto participa en esta maravilla de la gracia.
El fundamento de nacer de nuevo y ser lleno del Espíritu Santo es el principio de la jornada espiritual. Cada persona puede escoger hasta que punto permitirá a Dios guiarle en la consagración y la convicción. Al tiempo de su nuevo nacimiento, o cuando tiene una renovación espiritual, la vida y luz entran en su alma. La voluntad de Dios es que, por medio de una caminata fiel con él, cada persona llegará a tener un mayor amor de la verdad. Porque ama la verdad, aborrecerá el pecado y las tinieblas, así como todo lo que conduce a ellos.
La convicción se relaciona mucho con el conocimiento. El conocimiento es más que una opinión o idea. Es basado en verdades establecidas. Nuestra fuente del conocimiento verdadero es Jesús, “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3). Aunque los colosenses eran cristianos convertidos, el apóstol Pablo oró “que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9). La convicción es conocimiento vivificado por el Espíritu Santo en un corazón rendido a Dios.
El equivalente carnal a la convicción es la opinión. De hecho, a menos que uno tenga una mente espiritual, muchos de sus pensamientos pueden ser solo opiniones. Es una posición a la cual uno ha llegado por medio de sus propias observaciones y análisis. Pueden cumplir con la definición en el diccionario de la palabra convicción, en cuanto que son guardados y creídos profundamente. Sin embargo, carecen de la inspiración y autoridad del Espíritu Santo. Las convicciones piadosas unen a los creyentes porque tienen un origen común. Las opiniones pueden hacer divisiones porque son la posesión propia de uno y muchas veces no concuerdan con los de su prójimo.
Las convicciones han de servirnos, no dominarnos. Son dadas para ayudar con las decisiones cotidianas que todos nosotros enfrentamos. La convicción estabiliza al cristiano y contribuye a su seguridad. Como siervos del Espíritu Santo, las convicciones satisfacen el anhelo para un propósito en la vida. La fuerza y confianza en el Señor provienen de las convicciones piadosas. Era lo que habilitó al apóstol decir: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12).
Sin embargo, cuando las convicciones empiezan a dominarnos, ellas oprimen. Por hacernos el posesor egoísta de nuestras convicciones, cambiamos de ser una inspiración a ser una carga a los que nos rodean. En vez de dirigir otros a Cristo, lo que decimos y hacemos tiende a causar resistencia. Cuando sentimos empujados a cumplir con nuestras convicciones e imponerlas sobre otros, indica que algo no está correcto.
Si hay indiferencia a la luz y convicción que recibimos en nuestros encuentros con Dios, causará disminuir el amor de la verdad. La confusión, recaída y frialdad entrarán pronto. Los cristianos desilusionados y frustrados pueden a menudo encontrar el origen de su desánimo en la desobediencia a la dirección dada por Dios. La carnalidad disminuye y al fin destruye la convicción.
El progreso del peregrino es una alegoría de la vida cristiana escrito por John Bunyan en 1677. El carácter principal, Cristiano, siguiendo su jornada al cielo, llegó a un lugar que se llamaba Feria de Vanidad. Todos los privilegios, intereses, placeres, vicios y diversiones del mundo mandaban ahí. El camino de Cristiano pasó directamente por la feria. No había modo escapar de pasar por su territorio, porque para hacerlo sería salir del mundo (Juan 17:15).
Estamos en la “Feria de Vanidad” hoy día. Debido a nuestro ambiente de comunicación mejorada y la prosperidad, somos sometidos a muchas tentaciones de participar en toda clase de pecado. Se ofrece todo, desde lo sutil a lo llamativo, con un atractivo a cada personalidad y condición. La tecnología ha traído la tentación dentro de nuestros hogares y nuestros refugios privados.
Si vamos a ser fieles a nuestra llamada celestial, tenemos que hacer como Cristiano hizo y poner la cara hacia nuestra meta, tapar los oídos con los dedos y declarar que tenemos interés solo en “comprar la verdad” (Proverbios 23:23). Para estar firme en este ambiente requiere la convicción.
La exhortación del apóstol Pablo fue: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre” (1 Corintios 15:58). Ser firme e inmovible es el efecto de la convicción. Son virtudes que no solo nos dirigirán por las calles de la “Feria de Vanidad”, sino también nos darán poder para ser testigos fieles por Cristo.
Messenger of Truth, 2016, No. 3