“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salva-ción a todos los hombres” (Tito 2:11). “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun es-tando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5). “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Se puede desechar la gracia de Dios en dos maneras. Una es cuando queremos tener derecho a la salvación por obras de la ley. Depender de las obras para ser salvo anula la gra-cia. Pablo dice que no es posible ser salvo por la ley. La otra manera de desechar la gracia de Dios es por malgastarla. La gracia es la oportunidad de llevar a cabo un deber, pagar una deuda, hacer restitución, y adorar y servir a Dios. Es el tiempo dado para hacer paz con Dios. También, la gra-cia es una fuerza añadida para hacer trabajos difíciles; es entender un problema serio. Generalmente no se merece la gracia. En verdad no se puede comprar ni trabajar para ganar la gracia. Toda gracia es regalada por Dios. La gracia puede ser aprovechada con sabiduría y cuida-do. Al contrario, puede ser malgastada y abusada. Es en el tiempo oportuno de gracia que se debe hacer los hechos de bondad. La oportunidad de hacer bien puede ser perdido con malgastar y descuidar el tiempo. Un día de gracia que no se aprovecha es un día perdido. La oportunidad perdida no vuelve. Otra oportunidad puede venir pero no va a ser lo mismo que la primera. Muchas veces la primera oportuni-dad es la mejor, y de mayor bendición. Entre más que se descuida la gracia, más fácil es descui-darla. Con el tiempo que pasa el corazón se endurece y se pone insensible contra los impulsos de gracia. Hay algunos que han descuidado la gracia por toda su vida, y después lo encuentran muy difícil arrepentirse y dejar los hábitos pro-fundamente arraigados. Aunque uno quisiera, es difícil cam-biar los hábitos de mucho tiempo. Pero Dios es paciente y compasivo, y ofrece su gracia al pecador con corazón endurecido de mucho tiempo. Si se hu-milla y se arrepiente tiene la promesa que Dios le va a reci-bir, perdonar y dar esperanza. Sin embargo, es muy peligroso no aprovechar el día de gracia porque puede ser el último. Un día Dios va a retirar su gracia para siempre. La palabra de Dios nos asegura esto porque nos dice: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). La gracia será buscada deses-peradamente pero no se va a encontrar. El hombre clamará a las peñas y a los montes que le escondan de Dios, pero de nada le va a servir. Los que no han aprovechado de la gracia de Dios van a temblar cuando se presentan ante el Juez om-nipotente para dar cuenta por su negligencia.