El infierno es un lugar que de veras existe. Primeramente, es un lugar donde Satanás y todos sus ángeles pasarán la eternidad. También es el destino de las almas perdidas. Si no hubiera temor del infierno, ¿cuántas almas serían salvas? ¿Cuántos de los hijos de Dios no se rendirían y dirían, “Pues, que tiene si no alcance el cielo? Mi alma solo cesaría de existir”.
No existen dos cosas que son tan diferentes entre sí, como el cielo y el infierno. Mucho se dice y se canta del cielo y lo bonito que es. La mente humana no puede comprender como sería estar en el cielo ni que tan bonito es. Relegado al segundo plano son los avisos de que tan horrible es el infierno. Otra vez, la mente humana no puede comprender lo horroroso que es el infierno. Es un lugar de mucho dolor y remordimiento horrendo que nunca cesará y de vergüenza por haber desperdiciado el plan de salvación.
Parece que las realidades del infierno no son predicadas y enseñadas tan frecuentemente como antes. En esta vida, algunos se suicidan al desesperarse. En el infierno no habrá como terminar con todo. El alma perdida estará en ese estado para siempre jamás. El remordimiento será peor para las almas que entendieron lo que requería ser salvo, pero escogieron no aprovecharse de ello. También para los que aceptaron el plan de salvación y se hicieron hijos de Dios, pero después naufragaron espiritualmente. Y para los que piensan estar preparados para presentarse ante el Señor, pero se hallarán faltos en el día de juicio. Qué golpe sería si el Señor dijera: “Apartaos de mí. No os conozco”. En la Biblia (Apocalipsis), siete veces se refiere al infierno como un abismo. Cuando pensamos en un abismo, es fácil imaginar un alma perdida cayendo sin fin. Algunos piensan que el infierno será el centro de este globo terrestre, el cual es una masa de azufre derretido. Cualquiera que sea la constitución del infierno, la agonía será igual. La agonía será acompañada de los más horrendos gritos de las almas perdidas. También será un lugar de oscuridad. Hay unos hombres vulgares que dicen sin mucho pensar, “Yo sé que voy al infierno, pero allá estarán muchos de mis amigos también”. Algunos hasta dicen que, “Ni siquiera quiero estar en el cielo con todos esos cobardes”. No saben ellos lo que dicen.
El diablo y sus ángeles están haciendo un gran esfuerzo llevar consigo tantas almas que puedan a su propia perdición. La ironía de todo esto es que no es de ningún beneficio para el diablo. Porque en él no hay nada de verdad y no puede decir la verdad; así que, lo único que le queda es engañar a tantas almas que pueda. Hay un cielo para ganar y un infierno para evitar mientras vivimos en esta vida. No debemos ser cristianos solamente para evitar al infierno. Debemos aceptar el plan de salvación, vivirlo y verdaderamente amar a nuestro Salvador y Dios. Para nosotros lo primero en esta vida es vivir preparado en todo momento para presentarnos con Él en paz. Si fuera yo quien pasaría de esta vida a la eternidad en un momento hoy, que no me hallara falto.
Faltan palabras para describir lo horroroso del infierno. Faltan palabras para describir la bienaventuranza del cielo. ¿Estamos preparados, ahora mismo, para encontrarnos con el Señor en paz? Si somos salvos, no merecemos el cielo; si somos perdidos, tanto menos merecemos el cielo. No hay medio camino entre los dos.
Traducido de: Messenger of Truth, Volume 110, Number 3