La persona que verdaderamente cree en Jesús comienza la vida eterna aquí en la tierra. Deja la antigua vida pecaminosa de servir a sí mismo y entra en una nueva vida de libertad de la esclavitud al pecado. Él es libre para servir al Señor. Mientras camina con Dios y le es fiel, tiene la promesa de que esta nueva vida seguirá hasta entrar en el cielo.
La resurrección espiritual resulta en un nuevo poder, nuevos intereses, nuevas alegrías y una nueva esperanza. Dios no quiere que esta nueva vida se vuelva a ser común y corriente. No puede, porque es de Él. El cristiano ha de andar en esta vida nueva por permanecer en Cristo. «Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:2).
El nacimiento espiritual se caracteriza por una naturaleza nueva. Esta es una naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Algunas de las características de esta naturaleza nueva son: un espíritu suave y tierno, una humilde evaluación de sí mismo y un conocimiento sincero de su propia inhabilidad y necesidad del Señor. Un espíritu humilde y contrito es precioso en la vista de Dios (Salmo 51:17). Cuando Saúl fue ungido rey de Israel, tenía este espíritu. Triste es que más tarde Saúl perdió ese estado de ser pequeño. Samuel le preguntó, «Aunque eras pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel?» (1 Samuel 15:17). El desafío de cada cristiano es mantener el espíritu nuevo que recibió en su conversión.
Traducido de: Messenger of Truth, Volume 106, Number 23